Luego de muchos años de ausencia, el genial acuarelista arequipeño Luis Palo Berastain expone nuevamente sus obras en la galeria de arte "Eduardo Moll" de Miraflores. Una nueva oportunidad para los amantes del arte -y en especial para los seguidores de este genial acuarelista- de admirar sus últimas 12 obras.
Luis Palao Berastain: "Faltan pintores que pinten el cielo mientras siga azul"
Desde Arequipa, el Maestro errante de las acuarelas
reflexiona sobre su peculiar arte y sobre la selección de sus obras que
se expondrán desde hoy en la galería de arte Eduardo Moll
Por: CATHERINE CONTRERAS
Una parte del acuarelista errante está en Lima. Son 12 pinturas
suyas las que han llegado desde Arequipa a la galería de arte de Eduardo
Moll, donde se inaugura hoy su muestra individual número 12. El barbado artista
no ha venido; sabemos que evita la capital. De hecho, hace 12 años que
no la pisa. Pero le robamos 30 minutos de conversación telefónica.
¿Dicen que está en Arequipa hace tres años?
Bueno, estoy un poco en Arequipa, dando vueltas por ahí, un poco, también. No tengo un lugar fijo.
No es que se haya vuelto citadino…
No, no, para
nada. Al contrario. La ciudad no, ¡Dios mío! No creo que haya espacio en
la ciudad para alguien que está vagando nada más. Lo que pasa es que
allá en Calca la cosa se puso media incómoda: hubo una señorita que
escribió en una guía de turismo el nombre Luis Palao,
acuarelista y Calca, y yo no lo sabía, y de pronto tocaron la puerta de
donde yo vivía, eran unos gringos, ¡ay no! Y les dije que yo no vendía
cuadros, y que me dejen en paz. Y otra vez, igual.
Eso alteró su tranquilidad…
Sí, porque la verdad
yo no sé tratar con esa gente, con turistas y esas cosas. Entonces me
fui a otro sitio, estuve dando vueltas, y de pronto encontré otro sitio,
y en esas ando rodando.
¿El señor Eduardo Moll (galerista que expone desde hoy su
obra) me contaba que “La Rosa de los Vientos” es el nombre de un
restaurante?
En un momento unos amigos medio vagabundos
hicieron un pequeño lugar donde comíamos, tomábamos y cocinábamos. Se
llamaba La Rosa de los Vientos. La última vez que estuve por allá
-porque todo esto es una cosa como de nostalgia- quise dibujar las
espadañas con las campanas, el Monasterio de las madres al costado, el
callejón de las Siete Culebras que tiene ahí como 50 años y al otro lado
el Seminario de San Antonio. Se me pasaban los días, y el año pasado
quise dar una vuelta por ahí y dibuje apoyado en la pared donde estaba
el restaurante (que ahora ya no existe). Entonces para mí era lo que se
veía de La Rosa de los Vientos, de la puertita, frente a la Plaza de las
Nazarenas. La intención era, qué se yo, estas cosas que arriba hay
mucho cielo, mucha lluvia, encima las piedras que pusieron los
españoles, con las campanas, las tejas, el barro, las puertas, las
ventanas y abajo los muros incas que es un lienzo de piedras que tienen
miles de ángulos. Entonces me pasaba dibujando todo lo que se podía, y
después salpicarlo de agua así como llovía… Y bueno, uno lo hace para su
propia recreación, no para la gente, ¡para nadie! Con el dolor de mi
alma mandé estas pinturas.
¿Se le hace muy difícil separarse de sus obras?
¡Es horrible ah! Claro, lo ideal sería, qué sé yo…
¿Prestaditas nomás?
No, ni prestadas. Si se da
cuenta, de todos los dibujos del Cusco que hice este año quedan unos más
acertados que otros. Muchos tienen más errores que el que está ahí, y
mucho se estudian los detalles de las puertas y las ventanas, hasta que
por fin se construye uno, ¿no? Y de ahí me fui a Coporaque, donde hay
otro paisaje todo extendido, con un campanario en el centro. Regresé por
Ollantaytambo, cargando los cartones, los papeles, y después ir a
Paucartambo a pintar a Josefina que canta, y después a Chumbivilcas a
pintar un retrato de Fortunato que es un hombre que fue un domador de
caballos, torero, agricultor, constructor de casas, y estaba parado
frente a mí, y siempre lo he dibujado durante años. Entonces, estas
cosas tan sencillas que son 10 o 12 pinturas es el recorrido de, si
usted agarra un mapa y ve, los dos hombres que están con sombrero de
paja los he pintado aquí en dos arenales de Arequipa, y justamente un
pueblo se llama El Arenal y el otro Cocachacra. Los de Cotahuasi, que
allá hay una cotahuaseña, y subí allá para pintar…
¿Qué carga en su mochila usualmente cuando sale a los pueblos?
Bueno,
no es que salgo. Salí cuando tenía 15 años de mi casa, pues. No salgo
porque ya no voy a buscar, o sea es lo que uno encuentra. Lo que llevo
es algo muy simple: un block de apuntes como cuando uno iba al colegio,
una cajita de acuarelas, un plato de lata para poner los colores que uno
va preparando, los pigmentos que son tierras de colores que yo preparo,
un poco de goma, un poquito de glicerina si lo hubiera, un par de
brochas, lápices normales y papeles que los venden también por aquí y
por allá, dos hojas … Antes llevaba una banquita, pero ya la verdad que
la edad, ya es demasiado.
¿El 18 va a estar de cumpleaños: cumple 69 años?
Sí, Dios mío, y no me recoge no sé por qué.
¿Pero si todavía tiene tanto que aportar?
Yo no
tengo tanta seguridad en eso, eh. Y bueno, la mochila que con el tiempo
se vuelve más llena de remedios que de colores. Si antes había una
pequeña bolsa al lado izquierdo para llevar remedios, pastillas para el
dolor de cabeza, para el estómago, qué se yo, y al otro lado estaban
chisguetes y brochas, ahora hay que llevar más remedios que colores.
Gracias a Dios no los uso, pero hay que llevarlos.
¿Siempre hay que estar listo no?
Y después una
bolsa de dormir y pedir alojamiento o qué sé yo. Y subirse a un ómnibus…
Yo prefiero ir en camión siempre, más holgado, más tranquilo, es más
amplio y va más lento, se puede mirar mucho más. O sea cuanto más demora
el viaje se mira más. Por ejemplo, Coporaque, estaba seguro de que iba a
bajar en el pueblo, pero cuando vi toda esa pampa de casas viejas, y
piedras y adobes y techos, y la gran nave de la Iglesia, llena de
calaminas destartaladas, y el templo que todavía estaba parado. Todo ese
horizonte, cerca de Chumbivilcas, entre Sicuani y un pueblo que se
llama Arenilla y después queda Coporaque… inmediatamente hay que gritar
al chofer ¡bajan, bajan! Y me dicen ‘¿pero no ibas al pueblo?’. ¡Ya voy
después, ya! Y cuando me quedé en el suelo, pucha, había un montón de
tierra encima mío, que casi lo tapaba el tema. Pero del camión, de
arriba, se miraba bien. Pero dije, tierra o no tierra, ahí al borde del
rio me iba a dibujar. Entonces, uno nunca sabe dónde se va a parar a
dibujar. Y bueno, ahora que eso llegue hasta Lima, donde el Sr. Moll,
que amablemente nos invita. Pero si no estarían amontonados los papeles
en el cuarto del hotel o dejados en Calca, en Cotahuasi, en
Chumbivilcas, en Coporaque o en El Arenal aquí en la costa. Era difícil
escoger unas pinturas.
¿La selección que ha hecho le gusta mucho a Ud.?
Yo
no sé si pictóricamente sean buenas, la verdad. Yo no he estudiado
pintura, nunca he ido a una escuela de Bellas Artes, no he tenido
maestros para que me formen. Lo he tratado de hacer prácticamente con lo
que algún profesor en el colegio, en la escuela primaria, me enseñó a
hacer acuarela. O sea puse un poco de pigmento que compramos en la
ferretería, un poco de goma y glicerina que compramos en la farmacia, y
mi madre que era enfermera y mi madre médico que me decían más o menos
dónde podía encontrarla… Y mezclar y en pequeños pomitos de vidrio hacer
la mezcla, cerrarlos, ponerlos ahí, y pintar con pinceles que el
profesor nos hacía con pelos de las orejas de buey o vaca que se metían
en pequeñas cañas que son las de las plumas de las gallinas o de los
patos, y se amarraban ahí y se hacían pincelitos. Y creo que es la misma
fórmula hasta el día de hoy.
¿Usted mismo hace sus pinceles?
Muchos de los
pinceles los prefiero hacer yo. Los hago un poco más largos, y si se
gastan los voy jalando. No es cosa del otro mundo, es que me gusta que
queden un poco toscos. Los veo que son tremendamente fuertes y los
pinceles son dos sobadas y… mientras que yo amarrándolos así cada vez
puedo agarrar más y puedo poner más cola, y siguen trabajando. Bueno,
había un tratado de pintura del año 1,400, la época de Leonardo, y con
esas fórmulas se preparan también los lienzos. Yo nunca he pretendido
ser un pintor, señorita, primeramente.
Eso es lo que he leído de usted…
Solamente me ha
gustado representar y pintar, porque cómo no voy a… O sea, lo que yo
pinto es de lo que me quedo embobado: al mirar esa arquitectura del
Cusco, así tan fantástica; cómo no voy a dibujar a una chiquita con su
falda bien grandota porque la heredó de la hermana mayor. Es pintura que
por supuesto no tiene nada que hacer hoy en día con el arte
contemporáneo, igual aquí en Arequipa o en el Cusco, pero miran esto, no
sé, no sé por qué el Sr. Moll me invita.
Pero en Arequipa yo vi una vez una obra suya en el Museo de Arte Contemporáneo…
Pusieron
una, sí. Pero exponer el trabajo que he recorrido este año, así como un
poeta escribe un poemario. El cuartel de invierno, por decir, aquí en
la casa de mi hermano, que me hospeda cada vez que aparezco, como muchas
otras personas en otros pueblos, donde me van hospedando, me van
reteniendo…
¿Y dígame, el apellido Palao de dónde es?
Es de
Arequipa. Mi padre era de Arequipa, mi madre era de Lima. Por eso
tampoco nunca me he sentido arequipeño, no me identifico con Arequipa.
Porque mi madre era de Lima y la familia Berastaín está en Lima. Siempre
que he ido al callejón de Huaylas, Cajamarca, Piura, Trujillo, siempre
he ido donde mis primos Berastaín. Usted sabe que la madre es la que
manda al final, y ella no va a cocinar como arequipeña, sino limeña.
Pero me ponen pintor arequipeño.
¿Entonces se siente más limeño?
No tanto más
limeño. No puedo decir, o sea todas las cosas que mi madre me ha
enseñado, me ha aconsejado, me ha cuidado, me ha ayudado a pintar
mientras ella bordaba o cocía. Todo ese bagaje cultural que uno recibe
de la madre, es como negar lo de uno solo. No digo que por el lado de
mi madre había más arte o menos arte, pero lo había.
¿Hace cuánto que no viene a Lima a ver a su familia?
Desde
el 2000 que no voy. Tengo ganas de ir para viajar a Cajamarca. Yo he
ido a pintar a Cajamarca pero sin pasar por Lima una vez, fui en avión
porque quería ir rápido. Tengo ganas de ir a pintar a Piura. Cómo no voy
a ir a Cajamarca, la tierra de
Sabogal ,
el valle de Cajabamba, todas esas cosas que siempre digo este año lo
voy a hacer, pero uno se pone a pintar una acuarela y se demora días de
días de días, está contemplando, pintando, quitando y poniendo.
Pero ahora que empieza su nuevo año puede tratarse una meta…
El
próximo año sí, ¡me voy a largar para el norte! Yo ni miro televisión
ni compro periódicos ni revistas ni escucho radio ni nada, porque si
miro una figurita de Carhuaz, por decirle, donde era pintor
Teófilo Castillo,
los nevados, ya quiero estar ahí. Uno se muere de ganas de ir allí. Si
paso por el kiosco y de repente veo una foto que hay problemas,
Cajamarca, Huanta, el nombre nomás. Me han hospedado ahí amigos,
pintores, ¡yo quiero estar ahí! Creo que este año voy a ir. No puedo
salir del Perú. Tengo ganas aquí. Huancavelica, Ayacucho, que tampoco he
ido este año.
¿Y la selva no le llama?
He pintado ya, en una
época. Cuando estaba en Paititi estuve haciendo dibujos, pinté cosas,
personas, pero el clima y la salud, las enfermedades que ni quiero
hablar de eso.
¿Cómo está su salud?
Bastante fregada. Pero hay
gente que está en peores condiciones. Siempre hay que agradecer.
Debemos tantas cosas, yo no uso la inteligencia, me llevo más por el
instinto, por la ilusión. Pero tengo demasiada salud para todo lo que he
caminado. Ojalá que le agrade a las personas lo que se ha recolectado
en el camino.
Lo van a ver en esta muestra que inauguran en galería Moll…
Hay
tantas personas por los pueblos que hay que pintarlas, tantos
campesinos que están trabajando que creo que alguien los tiene que
pintar; tantas niñitas que hay por ahí pobres, no en dinero, que
necesitan que alguien las dibuje; hay tantas casas que se van a caer que
necesitan un dibujante, porque de repente un alcalde las va a cambiar,
las va a arrancar, va a hacer un edificio. Yo creo que hace falta muchos
jóvenes, pero creo que ya no les gusta pintar estas cosas. Ojalá que
haya alguien que siga pintando las gentes, a sus padres, a sus hijos, a
la mujer que quieren, que pinten el cielo mientras siga azul. Uno se
tiene que acabar, porque al final nadie queda. Mi padre decía “te vas a
acabar pronto, porque tú has prendido la vela por los dos cabos”.
Gracias a todos, prácticamente lo que yo solo he hecho ha sido
garabatear y manchar los papeles…
EL DATO
La muestra
“Acuarelas recientes 2012”, integrada por 12 obras (tres paisajes
y nueve retratos), se inaugura hoy en Larco 1150, int. 13, Miraflores.
Puede visitarse de lunes a sábado de 11 a.m. a 2 p.m. y de 3:30 p.m. a 8
p.m.
(Tomado de "El Comercio", de Lima)